
Envidio a quien elige tu ropa interior. Y estoy casado por el civil con una mujer que me dedica el más civilizado de sus odios. Quiero sobornar a mi pasado, hablar con mis olvidos…
¿A dónde me llevarías si te doy un pasaporte para ciudadanos del primer mundo?
¿Dónde me esconderías de la muerte, de la policía, del amor?
Puedo sentir tu respiración artificial, el delicado viento de los huracanes que produce tu falda azul, el brillo de tus besos indecentes, y el acero inoxidable de tus ojos.
¿Si pierdo al billar, encenderías tus cigarrillos con mi nota de suicidio?
Nunca silbo cuando estoy aburrido, ni canto cuando me baño, ni lloro cuando te vas…
No duermo cuando me enfermo.
Si pierdo mi cabello, mis dientes y mis ganas, entonces buscaría algunas canciones viejas y olvidadas, sin miedo a las radios, a los televisores blanco y negro o a los cines porno que ahora son catedrales de cultos brazileños.
Me gustaría dormir en la sala de tu casa.
Me gustaría matar a tu perro para llamar tu atención.
Me gustaría besarte en la calle y salir corriendo
como si en las noches no soplara el viento.
Dardo